Mis gastrorrecuerdos

Nos proponía José Ramón Rodríguez (aka @jramon) en su nuevo blog Gastroasuntos que contásemos nuestros gastrorrecuerdos (otro bonito palabro) en los comentarios de la entrada en la que contaba los suyos. Pero como corría el riesgo de que mi comentario se alargara tanto o más que la entrada original (como casi le pasa a Ricardo Torres), he optado por una entrada propia, y le pondré el enlace luego en su post. Vamos allá.

Child's Muffin Tin  Paint Palette
D Sharon Pruitt en Flickr

Como quiera que aparece una cita en la parte de agradecimientos de la tesis, contaré la anécdota. Una de mis tías hacía una tarta de manzana que me gustaba mucho. Ella decía que no iba a pasar a la posteridad, así que esperaba que alguno de nosotros la citáramos si escribíamos un libro alguna vez; solía decir que confiaba en mí para ello, pues parece que era el que más maneras apuntaba. Así que, como no sé si escribiré algún libro en el futuro y el texto lo autopubliqué en papel con un estilo libro, incluí la cita en esa parte inicial. 

Era pequeño una vez que fuimos en excursión a visitar Loiola. Mi padre y mi tío pidieron la "copa de la casa", y yo pensaba que sería algún licor. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi el surtido de postres que les sacaron; así que desde entonces, trataba de pedirlo si tenía ocasión.

Hay sabores que llegabas a desechar (o casi odiar) en la infancia. Algo así me pasaba con el queso ahumado de Idiazabal, de cuando no tenía denominación de origen y nos lo traía a menudo un oriundo de Orendain; ahora "me pirria". También recuerdo alguna Semana Santa que acabé harto de comer anchoas recién traídas a puerto, a pesar de que mi abuela las cocinaba de distintos modos. ¡Quién las pillara ahora! Y mi padre tenía fama de buen cocinero, solía poner a veces callos en salsa vizcaina; el olor de la cocción me hacía odiar ese plato y aún hoy sigue sin ser "santo de mi devoción".

A veces tuve empachos. Y es que una vez comí demasiadas angulas o no me sentaron muy bien. Sí, he escrito bien, angulas. Pero eso fue en el siglo pasado. Más prosaico fue el empacho a manzanas asadas estando en COU, una vez que, como alumnos mayores del colegio que éramos entonces, nos tocó cuidar el comedor. Vale, esto no es tan infantil, pero es un gastrorrecuerdo.

Volviendo a mi abuela. En Viernes Santo, como penitencia y ayuno, la cena solía ser patatas fritas y chocolate a la taza con pan. Creo que para nosotros, cuando coincidíamos en casa con ella en esa fecha, era más gula que otra cosa.

Basta por hoy. Quien sabe si no habrá alguna entrada más sobre el tema... o sobre alguna otra idea de Jose Ramón.

Comentarios

  1. Querido Iñaki, permíteme una rectificación. Como "casi me pasa" no, como me ha pasado hehe.

    Me ha encantado lo de la tarta de tu tía. Seguro que estaba de miedo. Y, casualmente, a mí los callos tampoco me tiran mucho, siempre les he tenido mucha manía...

    Me ha gustado esto de los gastrorrecuerdos :)

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