Perro lazarillo

Hoy he tomado el metro. Como no llevaba nada a mano para leer me ha dado por observar a las personas que me rodeaban en el vagón. Había, entre otras, dos mujeres que charlaban de forma animada sobre sus hijos, asidas a una de las barras centrales. Me ha llamado la atención que, pese al tono que utilizaban, una de ellas tenía la mirada como perdida, vacía. Hasta que me he dado cuenta que a sus pies había algo negro... un perro lazarillo. 

Sumonita en Flickr
El perro estaba tumbado pero se levantaba un poco al llegar a las paradas, según oía el mensaje habitual en el suburbano del botxo. "Es que lo suelen pisar", ha explicado la mujer ciega a su interlocutora. Han seguido conversando, de cómo ha crecido el perro, a ver qué años tiene, que les recuerda a otro perro que era maltratado por su dueño, conocido de ambas al parecer. La ciega ha dicho, rotunda, que le resulta incomprensible cómo se puede maltratar a un ser tan cariñoso.

El perro ha levantado su cabeza y he visto sus ojos, esos que guían y parece que también hablan. Se ha vuelto a echar tranquilo, a la espera de que su dueña lo necesite. Como quiera que llegaba el momento de bajarme, me he acercado a la puerta con cuidado, con mucho cuidado de no pisarle. Y por respeto, que no por temor, pese a que sabes que lo de los animales no es lo mío.

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