¿Luchar contra los móviles?

Me enteré por vía de Marcela Fritzler de una carta escrita (supuestamente) por un profesor universitario: La carta de un profesor universitario que conmueve al mundo de la educación. Aparece como destacadas las siguientes palabras al comienzo:
No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en periodismo. Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.
La reflexión irá en distintas líneas... porque a mí más que conmover me lleva a reflexionar.

Christian Hortnick en Flickr

Creo que hay que considerar en qué contexto se enseña, y para qué contexto se enseña; se supone que para el futuro ¿no? Y me da la impresión que también el mundo del periodismo ha cambiado, está cambiando. Y tendrá que tenerlo en cuenta el docente. El verbo "dictar", aunque puede que en Uruguay tenga un sentido distinto, me lleva a pensar en un modelo magistral, transmisivo (recuerdo algún profesor universitario que nos "dictaba" sus apuntes, literalmente dicho y hecho). Por otra parte, hay quien considera que "lo que siempre ha funcionado" debe seguir haciéndolo; que la forma en que ha aprendido el enseñante, los años en que ha sido aprendiente, influyen en su manera de enseñar después: si él aprendió de un modo, debe funcionar siempre y con todos. Aunque ese contexto haya cambiado, esté cambiando. Entre otras cuestiones, por la irrupción de las TIC en nuestras vidas.

Cierto es que esas TIC, materializadas en forma de smartphones, por ejemplo, están cambiando nuestras vidas, a veces para mejor, a veces para peor y, desde luego, provocan nuevas interferencias. En este punto, tal vez convendría pensar en que quien quiere dispersarse, se dispersa; se ha dispersado o despistado siempre: hay quien se despista con el vuelo de una mosca, quien se pierde dibujando o garabateando en un papel (y que yo sepa no se han prohibido papeles y bolígrafos en las aulas), quien lo hace mirando por la ventana, quien se pierde pensando en sus cosas, quien se duerme en clase... y quien se dispersa con su teléfono, por supuesto. Y no solo en clase; en el trabajo, en las reuniones... son los móviles elemento distractor. 

Se me ocurren algunas posibilidades; para empezar negociar el uso del teléfono para tratar de evitar interferencias, tener una netiqueta o unas reglas en este tema. Porque "prohibir" puede llevar a absurdos, como que se recojan teléfonos del alumnado (para que no los use), este deje auténticas antiguallas, y se guarde el modelo bueno en el bolsillo, para utilizarlo cuando consiga despistar al docente, sin ir más lejos. ¿Y si, pongamos por caso, pensamos en cómo integrar el teléfono para usarlo en ocasiones en la actividad, de modo que demostremos que el teléfono móvil puede tener otros usos? ¿Y si pensamos, por un momento, en por qué lo que ofrece el aula es menos atrayente para el aprendiente?

Otra cuestión que se repite: culpar a los docentes de niveles anteriores de la mala preparación, del desinterés... Se hacía cierto chiste, en que al final la culpa estaba según nacían las criaturas, dado que no podían echar la culpa de la mala preparación a los anteriores. ¿Y si el docente piensa en qué puede hacer, en lugar de culpar al resto de los males que intuye en sus estudiantes?

El conocimiento de la materia, y pienso en el modelo TPACK por ejemplo, no es suficiente; según ese modelo, hay que considerar también el de la materia y el de la tecnología, y las distintas combinaciones. ¿Cómo combinaba esos saberes el (supuesto) profesor? Así, a botepronto, tal vez los alumnos de Haberkorn podían haber buscado información sobre los hechos de las Malvinas, Galtieri, la Plaza de Mayo; haber analizado prensa de entonces; haber buscado información sobre la película, buscar vídeos, hacer infografías y líneas de tiempo... incluso usar sitios de redes sociales. En definitiva, ser más activos y protagonistas en su proceso de aprendizaje. Y se limiten los efectos nocivos, para enseñantes y para aprendientes. 

Quizá el teléfono no sea la causa de todos los males de la educación (universitaria, en este supuesto caso), sino un indicador de que algo no funciona ¿no?

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